Y de repente, el Ejército indio ha lanzado una ofensiva aérea como no se recuerda en mucho tiempo contra varias posiciones en Pakistán y en la Cachemira administrada por Islamabad. Como veremos a continuación, la tensa historia entre ambos territorios venía de largo, pero por encima de cualquier otra interpretación a esta hora, hay algo que cambia por completo la hostilidad entre ambas naciones. El tema “nuclear”.
Contexto de una historia de desconfianza. El conflicto entre India y Pakistán por Cachemira, una región de los Himalayas disputada desde la partición de India en 1947, ha sido una fuente constante de tensiones, guerras e insurgencia entre dos naciones que hoy poseen armas nucleares. Su origen se remonta a la decisión del maharajá hindú de unir el territorio a la India tras una incursión de milicias pakistaníes, lo que desató la primera guerra entre ambos países.
Desde entonces, se han sucedido enfrentamientos militares (1947, 1965, 1971 y 1999), acuerdos provisionales como el alto el fuego de 1949 y la creación de la “línea de control” en 1972, así como repetidos intentos de reconciliación que han fracasado, como ocurrió tras la cumbre de paz de 1999, que fue seguida meses después por un nuevo conflicto armado.
Más muertes. La situación se agravó en 1987 con el surgimiento de una insurgencia separatista en la parte india de Cachemira, alimentada por el malestar político y el apoyo de Pakistán, que llevó a una década de violencia intensa. Para que nos hagamos una idea, a lo largo de los años 2000 y 2010, Cachemira se mantuvo como una de las regiones más militarizadas del planeta, con estallidos regulares de violencia.
En 2019, tras un atentado que mató a 40 soldados indios, India respondió con ataques aéreos en Pakistán y, posteriormente, el gobierno de Narendra Modi suprimió la autonomía constitucional de Cachemira, impuso un apagón de comunicaciones y detuvo a miles de líderes locales, provocando críticas internacionales, aunque con el argumento de restaurar el orden y reducir el terrorismo. En abril de 2025, un brutal ataque en el que murieron 26 civiles, en su mayoría turistas hindúes, volvió a encender el polvorín. India acusó a terroristas con base en Pakistán, aunque este negó toda implicación.
Una represalia simbólica. El ataque de hace unas horas, una ofensiva aérea contra nueve objetivos en Pakistán y en la parte paquistaní de Cachemira, es una represalia por el ataque terrorista del 22 de abril. La operación militar, bautizada Sindoor (en referencia al polvo rojo que simboliza el matrimonio en la tradición hindú), fue presentada por Nueva Delhi como “medida, responsable y no escalatoria”, dirigida exclusivamente contra campamentos de grupos terroristas vinculados a Lashkar-e-Taiba y Jaish-e-Mohammad, ambos con base en Pakistán.
Sin embargo, el alcance de los ataques (que por primera vez han golpeado zonas fuera de la región disputada, dentro del corazón del Punyab paquistaní) representa una peligrosa escalada que nos deja en un escenario nuevo. Pakistán denunció la acción como un “acto flagrante de guerra” y prometió responder con una represalia “medida pero contundente” en el momento y lugar de su elección. La tensión inmediata se ha agravado con informes de aeronaves caídas (al menos dos en territorio indio) y víctimas civiles por fuego de artillería paquistaní en la frontera.

La amenaza nuclear. Ya lo decíamos al inicio. Esta última ronda de enfrentamientos entre dos naciones no es “una más” por una razón: sus armas nucleares reavivan temores antiguos. Ambos poseen arsenales nucleares desarrollados tras ensayos atómicos en 1998 que oficializaron su condición de Estados con este tipo de armamento.
Según estimaciones del Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI), India posee alrededor de 172 ojivas nucleares, mientras que Pakistán cuenta con aproximadamente 170, lo que los convierte en dos de los nueve países con armamento nuclear en el mundo.
Diferentes doctrinas. La diferencia es que ambos mantienen doctrinas distintas. India sostiene una política de “no primer uso”, aunque su doctrina permite represalias masivas ante un ataque nuclear, mientras que Pakistán no ha adoptado una postura formal de no primer uso y mantiene una estrategia de disuasión “plausible”, apoyada por armas nucleares tácticas para contrarrestar la superioridad convencional india.
Aunque ninguna de las dos naciones ha desplegado misiles con ojivas de forma permanente, ambas poseen sistemas de lanzamiento terrestres, aéreos y, en el caso de India, marítimos, lo que constituye una capacidad de segundo ataque en desarrollo. La rivalidad persistente, los escarceos fronterizos y el riesgo actual de escalada rápida hacen de la situación un nuevo foco de preocupación en la seguridad nuclear global.
Sin precedentes desde la 2GM. Lo cierto es que, si nos ceñimos a la definición de guerra, desde la Segunda Guerra Mundial no ha existido otro enfrentamiento tan preocupante entre dos naciones. El tema “nuclear” lo cambia todo. Lo más parecido a la disputa actual entre India y Pakistán y ese “as nuclear” se dio, a medias, en la Guerra de Corea, cuando se produjeron enfrentamientos directos entre cazas estadounidenses y soviéticos, aunque Moscú nunca los reconoció oficialmente en ese momento.
Estos combates ocurrieron principalmente en el llamado “Callejón de los MiG”, cerca del río Yalu, en la frontera entre Corea del Norte y China. Entonces, pilotos soviéticos, con aviones MiG-15 y usando insignias norcoreanas o chinas, se enfrentaron en múltiples ocasiones a cazas estadounidenses, especialmente F-86 Sabre. Aunque se mantuvo en secreto para evitar una confrontación abierta entre ambas superpotencias, los registros posteriores confirmaron que cientos de pilotos soviéticos participaron directamente en la guerra aérea. Dicho esto, no fue técnicamente una guerra entre ambas naciones, al menos no en los términos del conflicto actual.
Un equilibrio frágil. En resumen, los acontecimientos tras el ataque aéreo de India marcan una intensificación muy seria del conflicto, con consecuencias impredecibles si no se logra una rápida desescalada. La activación de defensas aéreas en India, el cierre de aeropuertos civiles en zonas sensibles y los informes de víctimas por fuego transfronterizo indican que la región se encuentra en un momento crítico.
Mientras India afirma que su operación fue precisa y quirúrgica, limitada a campamentos terroristas, el hecho de haber bombardeado zonas fuera de Cachemira ha redibujado los límites del conflicto. A falta de un mecanismo bilateral de contención eficaz y con la comunidad internacional limitada a exhortaciones retóricas, el riesgo de una escalada descontrolada entre dos potencias nucleares se mantiene muy presente.
Cachemira, una vez más, se convierte en el escenario en que la historia, la geopolítica y la tragedia humana se entrelazan, por ahora, sin resolución pacífica a la vista.
Imagen | Wikimedia Commons
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